segunda parte, el suicidio
REFLEXIÓN SOBRE EL SUICIDIO
Por José Luis Giménez
Al respecto de las diferentes opiniones vertidas en Internet estos últimos días con relación al suicidio, no he podido dejar pasar la oportunidad de exponer mi parecer, que como opinión, no tiene más valor que el que cada cual le quiera dar.
Para mí, el tema del suicidio, tiene diferentes vertientes o aspectos a tener en cuenta. Desde el llamado "suicidio por eutanasia o asistido", al provocado por una enfermedad mental incontrolada (léase por ejemplo: trastorno bipolar o esquizofrenia, etc.) o como el tipo de suicidio que vamos a tratar con más detalle : el referente al estado anímico del sujeto, provocado por acciones externas. Sí, ya sé que yo no soy médico, ni psiquiatra, si siquiera psicólogo, pero la vida, te enseña muchas cosas que no vienen en los libros. Así que, ajustándome a esta última vertiente que acabo de exponer, considero que sí puedo dar mi opinión.
Cuando una persona se da a otra con total entrega, se dedica en cuerpo y alma a una tarea, trabaja con ahínco para conseguir tener un lugar en la vida o busca hacerse un hueco profesionalmente y ve como es traicionada, engañada, manipulada, utilizada o, simplemente es rechazada sistemáticamente, sólo porque no se adapta a los "parámetros socialmente establecidos" ( una aberración más de las modas sociales); su autoestima sufre un golpe de tal magnitud, que le va a resultar muy difícil ser capaz de superar.
Aquí, van a entrar en juego muchas circunstancias: Desde la creencia en que el fallo está en uno mismo, hasta que todo le ocurre porque es un "inútil" o que realmente su forma de ser no encaja en esta sociedad actual, donde como dice el refrán " Más vale caer en gracia, que ser gracioso". Porque, cuando uno es consciente de que el fallo no tiene porqué estar en él, sencillamente sigue "luchando" y esperando encontrar a su alma gemela, a su media naranja o al amigo noble y leal que no va "al Sol que más calienta".
Pero cuando esta situación de torna interminable, donde parece que no existe esa alma gemela, donde la media naranja sólo era un titulo de un programa de televisión y donde el idílico amigo cargado de nobleza sólo existía en nuestra mente, sin añadir a todo esto, las "modas sociales", donde una persona de poco más de 40 años, es considerada poco menos que un "viejo" incapacitado para desarrollar su trabajo, el mismo trabajo que ha estado desempeñando durante 30 años; pues todo está a punto para estallar.
Sin pareja, sin amigos leales, sin trabajo, sin apoyo social... etc. ¿Qué espera este sujeto de la vida?
Ante tal circunstancia, no es muy difícil adivinar que vivir se hace muy difícil, porque entonces, uno, se empieza a hacer preguntas como esta: ¿Para qué voy a esforzarme en convivir con seres que no sólo no aman a su prójimo, sino que, si pueden matarlo de la manera más sofisticada, disfrutarán con ello?, ¿Para qué seguir entregándome a ellos, si no me aceptan...? ¿Qué será de mí, solo, sin nadie que realmente se interese por mí o sin medios para subsistir? ¿Para qué alargar una agonía, que sólo hace que retrasar el momento final, ineludible para todos? ¿Qué más tengo que aprender? Etc. Etc. Es entonces cuando oímos esa voz en nuestro interior, nuestro propio Yo, que no hace más que sopesar nuestra situación, intentando encontrar una respuesta y una salida.
A partir de ese momento, la situación es muy crítica, y cualquier suceso puede desencadenar una u otra decisión con respecto al suicidio. Bastará pues, un simple desaire, una palabra ofensiva, un desprecio calculado, para que, el sujeto en cuestión, se sienta totalmente inútil y fuera de esta cruel sociedad. Una sociedad que es capaz de atragantarse con exquisitos manjares, a la vez que, por la televisión, mientras come, ve como miles de niños a diario, se están muriendo de hambre. Una sociedad donde, lo importante, son los "contactos", los "enchufes", las manipulaciones mediáticas y donde, quien carece de escrúpulos, es quien triunfa "profesionalmente".
Todo esto lo ve, lo observa y lo vive el sujeto objeto de la depresión. Una depresión que cada día le hace ver con mayor claridad que, lo que interesa, es que se mantenga callado, que no despierte las consciencias de nadie, que se oculte en "su mundo" y no moleste a los que actúan de forma "socialmente correcta". Si a todo esto, le sumamos las actuaciones de esas "almas caritativas" cuyo fin en este mundo se limita a incordiar, insultar, difamar, acusar, calumniar, etc. sin ningún motivo, a todo aquél que no está en su "circulo", no es difícil adivinar que este sujeto, totalmente deprimido, opte por "marcharse" de un lugar donde no lo quieren y se diga para sí: ¡Ahí os quedáis... no os merecéis mi compañía!
Pero además de lo anteriormente expuesto, en el caso del suicidio podrían entrar otras muchas variantes más, si bien yo me limitaba a exponer una situación que, a pesar de no ser del dominio general, si afecta a muchas personas. Personas normales que, de un día para otro, ven como su mundo se derrumba y no encuentran motivos para seguir luchando, porque... si a nadie le importa lo que a ella le ocurra ¿para qué seguir en un lugar donde nadie me quiere? Esta sería, posiblemente, la reflexión que se haría el suicida al tomar la decisión final.
Hoy día vemos como continuamente se ataca a cualquiera de la manera más cruel posible. No es necesario maltratar físicamente a una persona para hacerle daño, el maltrato psicológico, cuando se hace de forma totalmente cruel, puede hacer mucho más daño y como estamos viendo a diario, sus efectos son demoledores.
¿El motivo? Por lo general suele ser la envidia, sobre todo la envidia de colegas, compañeros de trabajo o "supuestos amigos", que ven en el acosado alguien a quien abatir, ya que ha demostrado ser más inteligente y mejor profesional que ellos.
Sólo cuando experimentamos un trago tan amargo como quien es acosado, maltratado, humillado o simplemente ninguneado, somos capaces de entender los sentimientos del que está deprimido.
La depresión no es un estado ocasional, que llega con el otoño y se marcha en primavera, como alegaban determinados "expertos". La depresión, es un estado alterado de la consciencia que, en el mejor de los casos, llega a sensibilizar hasta tal extremo al deprimido, que pueda parecer que "viva sin vivir en él", recordando alegóricamente a Santa Teresa de Jesús. A este estado, no se llega por un simple resfriado, ni tampoco por una discusión determinada o hecho en concreto, sino que es consecuencia de un largo acoso, ya sea directo o indirecto, físico o psíquico y que, en todo caso, lo que se pretende conseguir es dejarle claro al acosado-deprimido, quién es el que manda.
Esta situación, además de producirse en las empresas y demás colectivos, también se da en las familias. No en vano, el acoso y maltrato psicológico es muy difícil de demostrar, y sólo cuando existe un maltrato físico, es posible conseguir que actúe la justicia.
Los problemas diarios son tan acuciantes que, muchos padres, tutores o responsables de otras personas o menores, no se llegan a dar cuenta en muchos casos de que el problema ya está en ellos. Ya no son capaces de escuchar y es mucho más fácil acceder a las peticiones, sin sopesar sus implicaciones, que emplear unos minutos en dialogar y mostrarles el cariño que necesitan. Quizás deberíamos empezar a analizar todos nosotros si nuestra actuación, no sólo con los demás, sino incluso con los nuestros, es la más adecuada.
Los niños, jóvenes y adolescentes, son los primeros en caer, victimas precisamente de esa falta de atención que al final acaba transformándose en un maltrato psicológico, y que incluso, puede que no sea visto así por sus progenitores, ya que como sabemos, el estrés y la vida cotidiana nos suele cegar mucho más que la luz del Sol.
La atención personalizada a cada menor, ya sea por sus padres, tutores o responsables de los mismos, es una cuestión de vital importancia para evitar ese estado de angustia y ansiedad, que les puede llevar a sufrir una grave depresión.
Pero lamentablemente, los problemas cotidianos, hacen que las personas apenas se den cuenta de que precisamente esos problemas, son consecuencia de adoptar un orden de preferencias o prioridades erróneo, de creer que es más importante tener el suficiente dinero o medios económicos para poder adquirir tal o cual cosa, o que solucionado el problema económico, se podrán solucionar el resto de los problemas, ya sean de tipo familiar, laboral o social. Craso error.
Nos olvidamos con suma facilidad que "No es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita" y en estos casos, bastaría con prestar más atención, cederles un poco de nuestro tiempo (aunque a veces nos resulte inoportuno) y sobre todo: "demostrarles que les amamos cuando menos se lo merecen, pues es cuando más cariño necesitan".
En definitiva, llegar a alcanzar ese estado de depresión que puede llevar a una persona a cometer el suicidio, en parte, se debe a la indiferencia que mostramos hacía la persona deprimida, ya que le hace sentir fuera de lugar y sin motivos para considerarse uno más entre los demás.
Sé que no es fácil, una cosa es decirlo y otra llevarlo a cabo. Pero ya que estamos en ello, hagamos una verdadera reflexión y pensemos si nuestro comportamiento con todos los demás es el que querríamos para nosotros, o mejor dicho: que nuestros actos hablen por nosotros mismos.
Por eso, una palabra de aliento, un consejo amable, una simple muestra de cariño, consigue mucho más, que las miles de pastillas con que la medicina tradicional pretende paliar el problema. El mejor tratamiento a la depresión, provocada por esta situación, pasa por obtener una gran dosis de Amor. Un amor, al que todos queremos acceder, pero que algunos, injustamente, lo deniegan a quienes más lo necesitan. En este caso, se necesita, a demás, otro tipo de medicina: AMOR.
Ojala todos estos debates y opiniones sirvieran para que algunos de nosotros reflexionemos de verdad sobre el suicidio, no sólo como una consecuencia final de una enfermedad psíquica, ya que, una persona totalmente sana y en sus cabales, puede caer en la depresión más grande, simplemente por el acoso al que puede verse sometida, la indiferencia de su entorno, o el serle negado un lugar digno en la sociedad.
Ahora le llega el turno a la justicia, esa justicia que tantas veces clamamos al cielo, pero de la que nos olvidamos que no existe en la Tierra, y de que gracias a eso, individuos sin escrúpulos campan a sus anchas, insultando, humillando, difamando o a veces, simplemente haciéndole el vacío a alguien que se merece ser tratado como una persona que es.
Esta es mi humilde opinión, y como tal no tiene más valor que el que cada cual le desee dar, si bien, espero que mi opinión haya sido interpretada solamente como lo que es y que, en todo caso, sirva para que las personas que se sientan deprimidas, ya sea por los motivos anteriormente expuestos, como por otros similares, sepan que no están solas, que hay muchas personas con el Alma sensible, que estarán siempre a su lado, por lo cual, aconsejo que se busque a personas afines (por lo general suelen ser personas muy sensibles) y se aparten del estiércol que, aunque huele mal, también tiene su función en la naturaleza como fertilizante.
El que tenga oídos y ojos para ver, que entienda y vea.
José Luis Giménezhttp://www.extrasensorial.com/
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