el paraiso perdido

Reflexiones sobre el mundo del misterio sobre sus investigadores, el uso y abuso que de el hacen, siendo sus victimas los creyentes en los fenomenos mal llamados paranormales. Tambien de vez en cuando se podra leer reflexiones mas mundanas y tangibles pues si el misterio se rodea de magia la Vida misma es mágica y todo fuera de ella esta vacio de misterio

viernes, junio 02, 2006



La cara oculta de la psicofonía ( por Sinesio Darnel )

(Mi pequeño homenaje a Lluis V. Ballester, un beso allí donde estés, liszfree)

La psicofonía es el fenómeno paranormal más imprescindible de todos cuantos se incluyen en el universo del misterio. En los últimos años, paralelamente a la evolución tecnológica, los métodos aplicados a la investigación de las “voces sin rostro” se han sofisticado hasta límites inimaginables. Pese a ello, la psicofonía continúa manteniendo un lado oscuro y aún más desconocido....

Entre revistas, separatas y opúsculos, tanto nacionales como extranjeros, es mucha la información que recibo sobre el tema de las psicofonías o parafonemas. En el estudio comparado de todas esta documentación, se observa – salvo honrosas excepciones – un denominador común, y este es “el matiz de las comunicaciones”. Mayoritariamente el contenido de las mismas es simple y complaciente; en algunas ocasiones tiene un tinte irónico, y pese a lo que se diga, ante preguntas de cierta trascendencia, la contestación suele ser un tanto ambigua, que si bien en un principio no parece tener relación con la pregunta realizada, a la larga, como piezas de un rompecabezas, estas contestaciones se juntan adquiriendo un verdadero sentido.

El sonógrafo es un analizador electro-acústico de frecuencias que graban sobre una señal las principales características del fenómeno verbal. Reproduce las tres dimensiones del sonido. En el caso de las voces humanas, las formas resultan de la acción de las cavidades de resonancia del aparato fonatorio, mientras que en las voces psicofónicas parecen resultar de otro proceso que podría individualizarse por la oblicuidad de la manipulación paranormal del ruido o de frecuencias sucesivamente disponibles.

En fin, me parece que se ha reunido un máximo de elementos para poder afirmar la real paranormalidad física de las voces psicofónicas, puesto que tanto las grabaciones objetivas, como los sonogramas, demuestran que la frecuencia está ausente en las voces psicofónicas, siendo dado que en las voces humanas ésta viene determinada por las vibraciones de las cuerdas vocales. Esto significa que el agente desconocido se encuentra desprovisto de ellas... ¡Más paranormal que esto...!

Al parecer otros centros han confirmado estos resultados. Hace dos años una universidad brasileña llegó a las mismas conclusiones. Durante los días 22, 23 y 24 de septiembre de 2001 fui invitado a dar unas conferencias en la localidad italiana de Católica, en al costa del Adriático, a un congreso internacional de transcomunicación. Desde mi punto de vista cabe destacar la documentadísima conferencia dada por el ingeniero en electrónica Daniele Gullá, especializado en el estudio computerizado del espectro de las grabaciones paranormales. Este investigador reafirma lo dicho por el “Instituto Ferraris”, de que las voces psicofónicas presentan una estructura muy diferente a la humana. Afirma que el monograma de una psicofonía comparado con la voz grabada sobre una cinta de esa persona en “vida” coincide en un 95 % en el espectro, sin aparecer en la psicofonía las características de la voz emitida por las cuerdas vocales.

Por otro lado el conocido investigador Gérad Ferrandi también demostró paranormalidad de las voces grabadas en un detallado estudio sobre 24 grabaciones de diferentes procedencias.

A finales de mes de septiembre de 2000, asistí a un congreso en internacional de transcomunicación en Bélgica, donde diferentes investigadores de renombre como H.König, expusieron sus trabajos. König mostró una cinta de vídeo con psicoimágenes en movimiento, acompañadas de grabación en audio. Este investigador defendía igualmente la paranormalidad de las transcomunicación.


Los inicios

El gran divulgador François Brune advierte: “Cualquier práctica de transcomunicación es en realidad una ventana abierta a otras realidades, ventana por la que pueden entrarnos “cosas” no deseadas”. Comentario al que yo añado “En realidad no hay pruebas evidentes de la naturaleza de ese plano con el que conectamos “. Por ellos hemos de ser muy precavidos al aceptar el contenido de la grabación.

Empecé a experimentar a mediados de 1974 casi a diario, y como se comprenderá la casuística y el anecdotario acumulado me permiten llegar a algunas conclusiones, que en su mayoría han sido confirmadas por otros experimentadores. Un hecho que está sobradamente demostrado es la capacidad de mentir, de engañar y contradecirse de las “voces “ entre ellas, así como un gran desconocimiento del valor del tiempo, al menos del nuestro. Estos hechos son mucho más abundantes en la práctica de grabaciones por radio –transradio- que en la experimentación “vía acústica”, o sistema clásico. De mis archivos personales expongo los siguientes casos, algunos de los cuales ya he comentado en otras ocasiones:

1.- En cierta ocasión un buen amigo mío fue propuesto por la empresa donde prestaba sus servicios, para que hiciera unos cursos de perfeccionamiento en el extranjero. Como sea que vivía con su madre de avanzada edad, temía que mientras estaba fuera ocurriera lo peor. Insistió tenazmente para que psicofónicamente preguntáramos si podía irse tranquilo. Poco después llegó la respuesta; con toda claridad una voz le respondió: “morirá antes de Navidad”. Esto ocurría sobre el mes de septiembre. No sé que explicación daría a la empresa, pero su estancia en el extranjero fue aplazada para más adelante. Vivió unos meses de angustia y zozobra, pero el caso es... que llegó la Navidad y la madre la celebró alegremente. Y no sólo eso; vivió bastantes años más. Sin lugar a dudas la contestación fue una “broma de mal gusto”.

2.- En otra experiencia me dieron el nombre de un compañero de Madrid, que según “ellos “ acababa de morir en un trágico accidente. No me atreví a llamar a su casa, pues preferí dejar pasar unos días. En el mes de marzo de aquel mismo año, mi buen amigo el Padre José María Pilón, me invitó a dar una conferencia en el “Salón Borja” de Madrid. Al llegar a la capital y transitar por el largo andén de la estación de Chamartín, alguien me dio una palmada en la espalda, me volví, y cual no sería mi sorpresa... agradable sorpresa, al contemplar el sonriente rostro de mi amigo, presuntamente fallecido.

3.- El caso más evidente de la poca fiabilidad de algunas grabaciones es aquel en el que una voz que creí reconocer me comunicó, después de identificarse, que acababa de morir y necesitaba ayuda. Durante dos o tres días, nada más localizar la onda -1.350 kHz- aparecía la voz del presunto difunto llamándome por mi nombre, y en algunas ocasiones seguido de mis apellidos. Fueron muchos los detalles que no encajaron. Por ejemplo, siempre nos habíamos tratado de “tu”, mientras que en las grabaciones siempre me hablaba de “usted”. Total... unos días después cenaba con mi amigo en un restaurante de Barcelona.

La curiosidad hizo que jornadas después volviera a experimentar en los 1.350 kHz... tal y como esperaba volvió a aparecer la misma voz. Al oírla no pude por menos que increparla, diciendo que era una mentirosa. “¿Por qué mientes?”, pregunté enfadado. La contestación fue tajante: “”Porque sí... me divierte”. No sólo había sido víctima de un vulgar engaño, si no que hubo una clara suplantación de personalidad. Pero no siempre es así; son muchas las precogniciones –menos alarmistas- y advertencias que se han cumplido. El hecho de haber comprobado en algunas ocasiones mentiras y falsedades es suficiente para poner en cuarentena “sus” comunicados, y para que recordemos la advertencia de François Brune.

En transradio, cuanto más baja es la frecuencia con la que experimentamos, más desagradables resultan las inclusiones. Esto es una simple observación de lo que seguidamente comentamos.

Comportamiento de las voces obtenidas en diferentes frecuencias

Por debajo de los 1.400 kHz encuentro una franja de comunicación que he denominado “zona del olvido”. En ella las comunicaciones suelen ser imprecisas y divagatorias. A las preguntas que se realizan suelen contestar: “No lo sé”, “no me acuerdo”, “quién soy”, “quién me llama”, “dónde estoy”, “no puedo... todo es confuso”,”qué hago aquí”, “qué es esto”....

Igualmente se observa la repetición incansable de una palabra, por ejemplo, un simple saludo –“hola”- produciéndose un efecto de eco invertido, -esto es, el primer saludo, o cualquier otra palabra es muy débil- pero aumenta la intensidad a medida que se repita.

Sobre los 1.500,5 KHz entramos en una frecuencia en la que las contestaciones suelen tener ya una intencionalidad, es decir, contestan prácticamente en un 80% a la pregunta formulada. Sin embargo persiste el engaño o la suplantación de personalidad, no en exceso, pero ocurre. Llega un momento en que la experiencia del operador hace que reconozca la “voz” que miente y falsea, pues normalmente siempre es la misma, de igual modo que reconoce “aquella” que es fiable, puesto que en más de una ocasión se comprueba la realidad de su comunicación.

La técnica de lo que llamo “franja negra”, que en realidad es una variante de lo que antes llamábamos “ruido blanco”, será explicada detalladamente en un próximo trabajo, ya que en la realidad me falta determinar ciertos vectores. La variedad de tonos y timbres de las grabaciones, de lo que en su tiempo definí como “transradio” es amplísima. Encontramos voces completamente robotizadas, otras muy graves, así como otras prácticamente normales. ¡Y cómo no!, también las hay de una gran agudeza que son molestas de escuchar; voces de hombre, de mujer, de niños, y algunas siseantes de gran dulzura. Lo que sí es cierto, es que cuando paulatinamente vamos subiendo la frecuencia de la portadora negra en la radio, si bien el número de grabaciones tiende a descender, resultan más claras y entendibles, no sólo porque la franja está mucho más limpia de ruidos de fondo, sino porque las voces están más humanizadas en cuanto a tono y timbre.

Para la emisión de estas “bandas” se impone la utilización de una radio digital que permita una amplia gama de frecuencias. Personalmente empleo un aparato que cubre desde 531 a 26.100 kHz, con la particularidad de que puedo variar la frecuencia de uno en uno kHz, o afinar más, de décima en décima de kHz. Lamentablemente las frecuencias que menciono no pueden generalizarse ya que da la impresión de que éstas proporcionan resultados más o menos positivos dependiendo de las coordenadas geográficas.

El conocidísimo investigador Ernst Senkowski me comentaba que realizando una serie de ensayos preguntó que si durante los años de vida que le podía quedar, lograría encontrar y localizar perfectamente la frecuencia ideal para sus transcomunicaciones, pregunta a la que contestaron que sí. Pero como ya sabemos, no siempre dicen la verdad....

Otro factor a tener en cuenta es la meteorología durante la experimentación. Tengo sobradamente comprobado el hecho de que cuando estamos bajo los efectos de una depresión generalizada, no sólo baja el número de grabaciones, sino que llegan a desaparecer – de haber alguna es de bajísima calidad – sobre todo cuando trabajo sobre los 1500,7 kHz. En frecuencias más elevadas, por ejemplo 15.000 kHz, este fenómeno no es tan marcado.

Creando hipótesis

Como se habrá observado en el cuadro que acompaña a este trabajo, en la mayoría de los casos las contestaciones, aún con diferentes palabras, guardan una relación ...pero otras no.

Hace ya años formulé la “teoría de la interfase”, en la cual exponía la idea de que entre una vida terrestre –tridimensional- y una espiritual, etérica o astral, tenía que existir una zona intermedia una interfase entre lo terreno y lo espiritual. El investigador Raymond A. Moody Jr, en sus libros sobre “vida después de la vida” , mencionaba relatos de sus entrevistados, en los cuales se describe una “zona gris” en la que los “trans-seres”, como los denomina H. Senkowski, deambulan indiferentes, ignorando su propio “existir”, siempre cabizbajos y desorientados. Zona que correspondería a la franja de contacto que denomino “zona del olvido”.

La interfase podría estar formada por diferentes planos con estadios de conciencia o de conocimiento igualmente diferentes, como parece demostrar la seguridad de algunas contestaciones en distintas frecuencias. El conocidísimo autor e investigador John Klimo nos dice que “....el físico Saul-Paul Sirga de Berkeley, y el investigador médico Andrija Puharich, aluden a centenares de dimensiones que pueden existir más allá de la realidad espacio-tiempo con la cual estamos familiarizados. No obstante, y para lograr un posible consenso, podemos afirmar que el concepto de planos –niveles o dimensiones- es de suma importancia para nuestra discusión, ya que uno de los modelos primarios para la canalización explica cómo los seres de otros niveles pueden comunicarse a través de los canales que están en nuestro plano....”.

Pienso que la psicofonía o”transaudio comunicación” no deja de ser un sistema de “canalización “, tecnificado y al alcance de todos, ya que no se necesita de facultades psíquicas.

El físico Schabbath van Nes Ziegler , en su obra Teoría del universo multidimensional, nos habla también de la multitud de dimensiones o planos existenciales que puede haber, formando éstos a su vez diferentes sistemas. Por otro lado el profesor Régis Dutheil, en su obra no publicada en castellano El hombre superluminoso, explica que existen tres planos de vida: el sublumínico, que es en el que nos movemos; el lumínico, que corresponde al de la velocidad de la luz; y el último que corresponde al superlumínico, donde la velocidad de la luz es superada, y donde pueden existir entidades sumamente espirituales. El plano lumínico actuaría como límite divisorio –interfase- entre lo terreno y lo puramente espiritual, permitiendo hasta cierto punto el transvase de información en ambos sentidos, y de intenciones muy diversas.

El Padre François Brune, conocido por su honestidad, hace referencia a entidades engañosas, en el prefacio de la magnífica obra de la psiquiatra Carl Wickland: Trente ans parmi les morts.

Lo expuesto nos puede aclarar – hipotéticamente – las diferencias halladas en el cuestionario del cuadro. Los “entes “ que contestan (¿) pueden proceder de diferentes planos de existencia según su grado de evolución, y por lo tanto, tener unos u otros conocimientos e interpretaciones . Dejando aparte una posible mala intencionalidad, sería posiblemente aceptable que sus contestaciones fueran simplemente el reflejo del estado de limitación en el que se encuentran.

Demostrada la paranormalidad de las grabaciones que se realizan, y prescindiendo de su origen –pese a que todos tenemos nuestra opinión-, cabe preguntarnos: ¿cuáles son las contestaciones que corresponde a una realidad .... y cuáles son fruto de engaño? La respuesta posiblemente se halle en la cara oculta de la psicofonía.

Autor: Sinesio Darnell



Experimentación de contraste

Este tipo de experimentación consiste en que varios investigadores trabajen en base a un cuestionario preestablecido. Una vez contestadas todas, se cotejan y analizan. Seguidamente expongo los resultados de uno de dichos cuestionarios, con las preguntas del investigador en primer lugar.


¿

Como ya he dicho, este cuestionario está concebido a propósito, con preguntas muy elementales. La experiencia ha sido realizada con la colaboración de mi buen amigo y gran investigador don Luis Vicente Ballester, de Sils (Gerona), experimentador incansable. Durante los tres meses que trabajamos en este cuestionario, no nos hicimos mutuamente ningún comentario sobre los resultados. Una vez completados, procedimos a la comparación de las grabaciones. En la actualidad se preparan dos nuevos cuestionarios con preguntas más elevadas y determinantes.



Manuel Barrio

Como dice C. W. Leadbeater, hasta hace poco estaba de moda ridiculizar a cuantos se habían hallado cara a cara con un morador del mundo invisible, y aunque semejantes apariciones no eran entonces menos frecuentes que ahora, los interesados no hablaban del caso por temor a perder su reputación como sensatos miembros de una sociedad materialista. Sin embargo, en estos últimos tiempos ha reaccionado saludablemente la opinión pública en este punto, y la burla de los fenómenos psíquicos, lejos de ser una prueba de vigor mental, lo es de ignorancia y presunción. Nada vale el necio grito de "¡superstición!" en un tiempo en que existe una Sociedad de Investigaciones Psíquicas con miembros tan famosos como William Crookes, Oliverio Lodge y el insigne político Arturo Balfour, que publicaron numerosos libros de memoria referentes a dichos fenómenos, merecedores de cuidadosos y prolongados estudios.


El examen imparcial de lo referente a las apariciones nos demuestra que en todos los países del mundo hay atestiguados relatos de la vuelta eventual de los muertos. Estos visitantes rara vez dieron pormenores del mundo de que procedían, aunque muchos pueden inferirse de la comparación y el cotejo de varios casos. De todos modos, la supervivencia del hombre después de la muerte está contrastada por cuantos investigaron sin prejuicios estos relatos.


Los fantasmas existen


Según W. Stead en su obra Verdaderas historias de fantasmas, de todas las supersticiones vulgares, de las manías intelectuales, ninguna tan difícil de extirpar como la absurda falacia de que no puede haber fantasmas cuya existencia conocen todos los hombres doctos que estudiaron atentamente el asunto. Los investigadores sinceros ya no discuten la existencia de los fantasmas y, si alguien la pone en duda, le dejan investigar por su propia cuenta para que, al cabo de seis meses o acaso de seis semanas y tal vez de seis días, no pueda negar la existencia del fenómeno vulgarmente llamado "fantasma". Se darán mil explicaciones más o menos ingeniosas sobre el origen y naturaleza de los fantasmas, pero no cabe duda de la existencia de la entidad en sí misma.


Un estado superior


Aunque es indudable que por comparación y cotejo de las diversas apariciones y por conducto mediúmnico pueden obtenerse conocimientos relativos a los estados postmortem, hay, sin embargo, otro método mucho más preciso y satisfactorio para adquirir todos los pormenores de la vida en el otro mundo, según nuestra inteligencia los comprende mientras permanecemos en el plano físico. Es perfectamente posible que los llamados vivos entren en este otro mundo para investigarlo a discreción, comunicarse con sus moradores y, vueltos de nuevo a la existencia física, describir cuanto hubiesen visto.


El cuerpo físico, con el que creemos estar familiarizados, no es el único vehículo por cuyo medio puede manifestarse el alma humana, ni son los cinco sentidos los únicos canales por donde recibe el conocimiento del mundo exterior. Ya dijo San Pablo, hace siglos, que hay cuerpos terrenales y cuerpos celestiales, y aunque con esto se refiriese tal vez al elemento del hombre que supera en nivel al mundo astral, no dejan de convenir sus palabras a este superior estado. Porque es cierto que todo hombre posee un cuerpo sutil, además del físico, y cuidadosos análisis demuestran que el alma dispone de varios vehículos con sus medios particulares de percepción adecuados al respectivo plano de la naturaleza.


El que por primera vez saluda las enseñanzas de la Sabiduría debe convencerse ante todo de que en nuestro sistema solar hay una serie de planos o mundos interpuestos, con su respectiva densidad de materia. El más inferior es el mundo físico. También es cierto que el hombre corpóreo tiene diversos grados de materia correspondientes a los planos en que efectúa su evolución; y así como la actividad habitual de los sentidos corporales le capacita para recibir impresiones del universo físico, de igual suerte -una vez despierta la actividad de los sentidos sutiles- le capacita para recibir impresiones de los mundos de materia sutil que por todas partes le circundan. Cuando la muerte le separa del cuerpo físico, el ego, o alma humana, se adapta a las nuevas condiciones de existencia y aprende a utilizar los sentidos del vehículo inmediato, llamado cuerpo astral, que le capacita para darse cuenta del mundo astral inmediatamente superior, o más bien compenetrado con el mundo físico, pero de materia menos densa. Por lo tanto, para conocer la vida de ultratumba sólo necesitamos aprender a utilizar los sentidos astrales durante la existencia terrena.


Mientras el cuerpo físico duerme


El primero y más importante hecho es que la vida astral no es una nueva vida, sino continuación de la presente, y que, lejos de estar separados de los muertos, éstos nos rodean a todas horas. Lo que de ellos nos aleja es la limitación de nuestra conciencia, verlos y hablarles como antes, según lo hacemos todos constantemente, aunque poquísimos lo recuerden. Todo hombre puede aprender a enfocar la conciencia en su cuerpo astral, aun estando despierto el físico; más esto necesita un desarrollo especial y mucho tiempo en la generalidad de las gentes. Pero mientras el cuerpo físico duerme, todos los hombres actúan más o menos extensamente en su cuerpo astral, y por este medio podemos comunicarnos con nuestros difuntos. Algunas veces nos queda un parcial recuerdo de la comunicación, y entonces decimos que hemos soñado con ellos, aunque lo más frecuente es que no nos acordemos de tales encuentros y permanezcamos ignorantes de haberlos tenido. Sin embargo, es un hecho comprobado que los lazos de afecto siguen siendo tan fuertes como antes, por lo que, apenas el hombre afloja las cadenas de su cárcel terrena, busca espontáneamente la compañía de los seres a los que ama. Así es que, en vez de pasar el día con ellos, pasa la noche y tiene conciencia astral, pero no física, de sus visitas nocturnas.


Período de siembra


El mundo equivale, en cierto modo, a lo que conocemos por purgatorio; el mundo mental es la eterna bienandanza que soñaron los monjes y cantaron los poetas, pero no un sueño adulto, sino viviente, y una gloriosa realidad. La vida astral es dichosa para uno e infeliz para otros, según la disposición en que previamente se colocaron; pero todos gozan, después de ella, la felicidad perfectamente adecuada a las necesidades de cada cual.


En la mayor parte de los hombres no está la conciencia suficientemente evolucionada para actuar con desenvoltura en los vehículos superiores, por lo que hay ciertas modalidades sólo accesibles mediante los sentidos físicos, aunque una vez alcanzadas en pleno despertar aquí abajo, pueden proseguirse en mundos más elevados. Así tenemos que, a pesar de lo ilusorio de la vida física, podemos considerarla como el período de siembra durante el cual actualizamos fuerzas cuyo rendimiento cosecharemos en las más favorables y fructíferas condiciones de las esferas elevadas.


Esto en nada altera el fundamento de la realidad superior de las más altas esferas ni debe entibiar nuestro convencimiento de la eterna verdad de que la muerte es para nosotros el tránsito a mejor vida, y que cuanto de glorioso y bello conocemos ahora, no es nada comparado con la belleza y gloria de los mundos a que nos conduce, pues al atravesar la puerta de la muerte se nos cae la más tupida y opaca venda de cuantas nos impiden ver el rostro de la eternidad.


Las primeras impresiones


¿Qué es lo primero que vemos al mirar en este nuevo mundo? Suponiendo que uno de nosotros transfiriese su conciencia al plano astral, ¿qué mudanzas le llamarían primero la atención? Por lo pronto, apenas advertiría la diferencia y pudiera suponer que está viviendo lo mismo que antes. Así como la materia terrestre presenta tres estados -sólido, líquido y gaseoso- cuyas condiciones son distintas, así también hay diferentes grados, densidades y condiciones de materia astral, análogos y correspondientes a sus similares de la muerte física. Por lo tanto, el consciente en el plano astral seguiría viendo las paredes y los muebles de su aposento, porque si bien la materia física de que están formados ya no sería visible para él, la materia astral más densa bosquejaría aquellos objetos de modo que percibiría su configuración tan claramente como antes. Si examinara el objeto de cerca vería moverse las moléculas constitutivas, cuyo movimiento es invisible en el plano físico; pero como pocos moradores del plano astral observan de cerca los objetos que les rodean, la mayor parte de los muertos cree de pronto que no ha cambiado de condición, pues ve los familiares aposentos de su casa, las mismas personas con quienes convivió, porque el cuerpo astral de estas últimas está al alcance de su nueva percepción. Poco a poco nota la diferencia y luego advierte que ya no experimenta penas ni fatigas. Quien pudiera comprender lo que esto significa, vislumbraría la realidad de la vida superior, pues ¿cómo dar idea de la total carencia de cansancio y pena a quienes no tienen un momento de descanso en los afanes de la vida y apenas recuerdan haber estado libres de ansiedad? Hemos adulterado de tal modo la doctrina de la inmortalidad del alma, que con mucha frecuencia se resisten a creer los muertos que ya no están en el mundo, puesto que oyen, ven, piensan y sienten. A veces suelen exclamar '¡Pero si yo no estoy muerto! Estoy tan vivo como siempre y me siento mucho mejor que antes'.


Verdaderamente sigue viviendo, y así debiera haberlo esperado si no le aleccionaran erróneamente.


¿Qué ocurre durante los primeros días después de la muerte?


La conciencia astral se le consolida al difunto al percatarse de que no puede hablar con los parientes y amigos a quienes está viendo, pues aunque trate de comunicarse con ellos, no lo oyen, y si les toca no despierta en ellos sensación alguna. Entonces cree que está soñando y que luego despertará porque otras veces (cuando los de la Tierra están durmiendo) sus parientes y amigos notan su presencia y hablan con él como en vida. Poco a poco se va convenciendo de que se halla al otro lado de la tumba, y entonces se inquieta a causa también de las erróneas enseñanzas recibidas, pues no comprende dónde está ni qué le ha sucedido, dado que su situación no es la que esperaba desde el punto de vista ortodoxo. Gradualmente irá viendo allí muchas novedades y no pocos aspectos complementados de cuanto ya conocía, porque en el mundo astral los pensamientos y deseos toman forma visible, constituida en su mayoría por la materia más sutil de dicho plano. Según transcurre la vida astral, aquellas formas adquieren mayor relieve, porque entretanto ha ido atrayéndolas hacia sí cada vez con más fuerza.


El ego emplea el primer periodo de su encarnación en sumirse en la materia y el segundo período en desprenderse de ella con los resultados de su acción. Durante la vida física el hombre puede elevar sus pensamientos y apartarlos más y más de las cosas terrenas hasta que llegue la hora de dejarlas junto con el cuerpo. Entonces comienzo su vida astral, pero continúa el proceso de eliminación cuyo resultado es que, según pasa el tiempo, aparta más y más su atención de la ínfima materia astral que constituye las imágenes de los objetos físicos y la convierte a la submateria constitutiva de las formas de pensamiento, tales como aparecen en el plano astral.


De este modo se habitúa a vivir en un ambiente mental y se desvanece ante su vista la imagen del mundo físico, no porque él haya mudado de lugar en el espacio, sino porque su interés muda de centro. Todavía subsisten sus deseos expresados en las formas circunstantes, y de la índole de estos deseos dependerá la dicha o el infortunio de su existencia astral.


El estudio de esta vida superfísica nos muestra con toda claridad la razón de muchos preceptos morales. La mayor parte de los hombres reconocen la maldad de las faltas que perjudican materialmente al prójimo; pero se maravillan de qué tarnbién se tenga por maldad sentir envidia, odio o ambición, aun sin concretar expresamente esos sentimientos en palabras u obras.


Una sorprendente compañía


(Extractado de "El Pensador Progresivo" del 13.XII.1902). Al advertir que iba a ser madre, noté también instintivamente la presencia de una entidad visible que me pareció femenina y de bastante más edad que yo. Gradualmente se robusteció la presunción de esta presencia y al cabo de tres meses empecé a recibir de ella largas comunicaciones manifestando celoso interés por mi salud y bienestar. Con el tiempo, llegué a oír distintamente su voz y a disfrutar de muchas horas de conversación con ella, de suerte que me dijo cómo se llamaba y de qué país era, con otros pormenores biográficos. Parecía ansiosa de que yo la conociese y amara por ella misma, según me dijo, a cuyo efecto se esforzó en hacerse visible hasta conseguirlo, y desde entonces fue para mí una fiel compañera como si hubiese tenido cuerpo físico. Tan sólo necesitaba yo echar las cortinas, de modo que el aposento quedase a media luz, para que la entidad se me apareciera y hablase.


Dos o tres semanas antes de¡ nacimiento de la criatura, me declaró la entidad que el verdadero propósito de su presencia era que infundiera en la nueva forma corporal apenas naciera, pues le convenía ultimar una experiencia terrena. Confieso que no entendí lo que con ello quiso decirme y me quedé muy preocupada. La víspera del alumbramiento vi por última vez a mi compañera, que se me apareció y dijo, "Ha llegado la hora. Ten valor y todo nos irá bien". Tuve al día siguiente una niña que en verdad era la perfecta miniatura de mi compañera espiritual, sin parecido alguno con los parientes de ambas ramas de la familia y, al verla, decían todos: "¡Pero si no parece una recién nacida!"... Me sorprendí en extremo al leer años después un libro muy antiguo: la biografía de la mujer cuyo nombre y antecedentes me diera como suyos la entidad amiga, aparte de ciertos pormenores que nadie más conocía. Sin embargo, no dije ni una palabra de cuanto me había pasado, porque era de suponer el juicio de las gentes respecto a lo que afirmara una mujer de tan poca experiencia como yo.


Al cumplir mi hija quince años, pronuncié por primera vez en su presencia el nombre de la entidad amiga y ella se volvió rápidamente hacia mí con aire de sorpresa, diciéndome: "Mamá, ¿me llamaba papá por ese nombre?" Yo le respondí-. "No hija; nunca te hemos llamado así". Ella replicó: "Pues yo estoy segura de que alguien, en alguna parte, me llamó por ese nombre".


Añadiré que el carácter de mi hija es muy semejante al histórico carácter de la mujer cuyo espíritu dijo que se infundiría en la nueva forma.


La protección de los muertos


El testimonio de un tal doctor Neale, trascrito en Protectores invisibles, de Leadbeater, refiere que, poco después de haber enviudado, estaba de visita con sus hijos, todavía pequeños, en una casa de campo cuyos bajos tenían largos y oscuros corredores por donde los niños jugaban gozosamente al escondite. Pero cuando más seguros se creían, toparon con unos escalones frente a los cuales se les apareció su madre diciéndoles que volvieran atrás, como así lo hicieron. Posteriores pesquisas denotaron que los escalones daban a un pozo descubierto, en donde los desprevenidos muchachos hubieran caído de no evitarlo el maternal aviso.


En este caso parece indudable que la misma madre celaba a sus hijos desde el plano astral y que el ardentísimo deseo de avisarles del peligro le dio bastante poder para manifestarse, visible y auditivamente, por un momento, o también para infundir en la mente de los niños la idea de que la veían y oían. Asimismo, es posible que el protector no fuera la misma madre y tomase la apariencia de ésta con objeto de alarmar a los niños; pero lo más lógicamente probable es atribuir el fenómeno a la acción del siempre vigilante amor maternal, no debilitado por la muerte.


¿Cómo actuar ante una aparición?


Según eminentes especialistas, los venidos del otro mundo se quejan de la manera con que los acoge la generalidad de las gentes. Por lo común el difunto ha de hacer un gran esfuerzo para mostrarse, y así no lo intenta más que por gravísimos motivos o en caso de necesidad extrema, y aun entonces sólo mantiene la materialización por breves instantes, que le conviene en extremo aprovechar, pues no le bastan ni para la mitad de lo que desea decir y, sin embargo, la mayoría de los vivos desperdicia este fugaz intervalo en sobresaltos, azoramiento y huidas. Pongámonos en el lugar del difunto y veamos qué le sucede cuando procedemos tan egoísta y pusilánimemente.


Si una persona atribulada por graves congojas en el plano físico viene a pedir nuestro auxilio, lo menos que por ella hacemos es oír sus cuitas. ¿Por qué, pues, no hemos de hacer lo mismo cuando se trata de un difunto? Ningún temor nos causaría éste si estuviese vivo, a pesar de que entonces poseería el cuerpo físico por cuyo medio es capaz de dañarnos si quisiera, y en cambio le tememos muerto, no obstante tener sobre él la ventaja de un vehículo más denso. Tan hombre y tan prójimo nuestro era en vida como sigue siendo en muerte, sin que en lo más mínimo pueda dañarnos. ¿Por qué, entonces, la actitud de receloso temor que respecto a los fantasmas observa la generalidad de la gente?


El yo subconsciente


Una extravagante teoría de los investigadores científicos es la que supone en todas las cosas, así visibles como invisibles, la acción de un "yo sublimado". El doctor Alfredo Russel Wallace critica aceradamente esta teoría y dice: "El yo subconsciente, con su rico acopio de conocimientos (que nadie sabe cómo allegó), con su carácter distinto, su moralidad inferior y sus constantes contradicciones, es tan especulativo y puramente teórico como el espíritu de un difunto o cualquier otro espíritu. Por lo tanto, calificar de científica la hipótesis del yo subconsciente' y de anticientífica la del espíritu es tergiversar la cuestión".


El fuego no quema


Un sorprendente y no muy común fenómeno de los producidos en las sesiones espiritas es el de manejar el fuego sin riesgo alguno de quemadura. Escribe Leadbeater, "En una sesión tenida en Londres una forma materializada puso intencionadamente la mano en medio de un montón de ascuas y, tomando una de ellas, del tamaño de una pelota, me la ofreció, diciéndome sosegadamente. 'Tómala en la mano'. Titubeé por un momento, como era natural, pero las muestras de impaciencia que en aquel punto dio el materializado espectro me resolvieron a tomar el ascua, convencido de que por algo me lo decía, y en todo caso me bastaba tirar el ascua al suelo, antes de que me abrasara. Alargué la mano y, una vez puesto el fuego en la palma, no sentí ni la más mínima sensación de calor, a pesar de que al aplicar el espectro un pedazo de papel, ardió instantáneamente. Por tiempo de un minuto y medio sostuve el ascua, hasta que ya algo empañada me ordenó el espectro que la volviese a tirar al fuego. No me quedó en la mano ni el más leve estigma, ni noté olor a chamusquina, y únicamente vi un poco de ceniza".


El caso del rasguño


El caso, recogido por la Sociedad de Investigaciones Psíquicas con el testimonio del padre y el hermano del protagonista, es relatado así por Andrés Lang en su obra Sueños y Fantasmas:


"El año 1867 falleció, de cólera fulminante, la señorita G., a los dieciocho años de edad en la ciudad de San Luis. Nueve años después, en 1867, su hermano EG., que la quería en extremo, hubo de ir por asuntos comerciales a San José y, mientras fumaba un cigarro redactando órdenes para sus dependientes, echó de ver la figura de su hermana sentada a su izquierda con el brazo apoyado sobre la mesa. Sin reparar en la imposibilidad del contacto iba presuroso a abrazarla, cuando se desvaneció rápidamente. Se quedó EG. Con la pluma en el tintero, el cigarro en la mano y el nombre de su hermana entre los labios. La había reconocido por el semblante, el traje, la mirada y la apostura, pero llevaba en la mejilla derecha un arañazo de rojo intenso que su hermano nunca le había visto. El señor EG. Tomó el primer tren que salía para San Luis y refirió en su casa lo que le había ocurrido. El padre quiso echar la cosa a broma, pero la madre cayó desvanecida y, al recobrar el sentido, dijo que al vestir a la muerta le había hecho, sin querer, un rasguño en la cara con la punta de un imperdible, y para que nadie se enterase disimuló con polvos de arroz el arañazo. Conocido este pormenor, ya no pudo dudar EG. De que había visto a su hermana".


El terror de la muerte


Del prejuicio falaz que supone incognoscible el mundo de ultratumba deriva, en gran parte, y está directamente relacionado con él, el terror a la muerte que tan gravemente influye en la vida de muchos hombres.


Nadie suele tratar este punto en la conversación ordinaria; pero quienes, como los sacerdotes, están en íntimo contacto con un gran número de gentes, saben de sobra cuán intenso es el terror a la muerte en algunos que la ven como espectro cuya constante amenaza no les deja ni una hora de sosiego.


Por supuesto, que quien teme la muerte teme también la de sus allegados, y cuando la de alguno de ellos sobreviene, no sólo se entristece por la separación, sino por la suerte que la haya deparado el destino. El conocimiento de las verdades relativas a la muerte desvanece al mismo tiempo el terror y la ansiedad, y el hombre debidamente instruido en este punto considera la muerte como un paso de la vida y se convence de que la existencia de ultratumba no es más temible que la terrena. El temor nace, no tanto de vislumbrar algo espantoso, como del sentimiento de lo incierto y del horror a los abismos sin fondo.


Cuando a esta falsa creencia sustituye el definido conocimiento de lo que con el mundo astral se relaciona, el hombre cobra confianza y está dispuesto a arrostrar ecuánimemente su destino. La convicción de que en los mundos superiores rigen idénticas leyes que en el nuestro, nos pone en más íntimo contacto con ellos y nos acostumbra a mirarlos como residencia propia. Tenemos entonces la certidumbre de que en todos los mundos estamos igualmente sujetos al mismo poder.

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