el paraiso perdido

Reflexiones sobre el mundo del misterio sobre sus investigadores, el uso y abuso que de el hacen, siendo sus victimas los creyentes en los fenomenos mal llamados paranormales. Tambien de vez en cuando se podra leer reflexiones mas mundanas y tangibles pues si el misterio se rodea de magia la Vida misma es mágica y todo fuera de ella esta vacio de misterio

sábado, julio 19, 2008

Tunguska según la NASA


Aunque se hizo muy difícil obtener testimonios de lo sucedido, la evidencia abundaba alrededor. Aproximadamente 2.100 kilómetros cuadrados (ochocientas millas cuadradas) de bosque quedaron partidas en dos. Ochenta millones de árboles yacían a ambos lados, derribados en un patrón radial sobre el suelo.

"Esos árboles sirvieron como marcadores ya que señalaban la dirección directamente opuesta al epicentro de la explosión", dijo Yeomans. "Más tarde, cuando el equipo llegó al lugar del epicentro, descubrió que los árboles estaban de pie, pero con sus ramas y sus cortezas completamente removidas. Parecía un bosque de postes de teléfono".

Eso requiere ondas de expansión de rápido movimiento capaces de romper las ramas de un árbol antes de que éstas puedan transferir el impulso del impacto al tronco. Treinta y siete años después de la explosión de Tunguska, se encontrarían árboles sin ramas en el lugar de otra fuerte explosión: Hiroshima, Japón.

Las expediciones de Kulik (quien viajó a Tunguska en tres ocasiones distintas) lograron hacer, finalmente, que algunos vecinos de la localidad hablaran. Uno de ellos fue el hombre del establecimiento en Vanavara, quien fue testigo de la explosión de calor mientras era despedido de su silla. Su testimonio:

De pronto, en el cielo norteño... el cielo se partió en dos y, sobre el bosque, toda la parte norte del firmamento parecía cubierta por fuego... En ese momento, hubo un estallido en el cielo y un gran estrépito... Al estrépito lo siguió un sonido como de piedras que caían desde el cielo o de pistolas que disparaban. La tierra tembló.
La magnitud de la explosión fue como una paliza. La onda expansiva que se produjo como resultado pudo ser registrada por barómetros sensibles en lugares tan lejanos al epicentro como Inglaterra. Se formaron nubes densas sobre la región, a grandes altitudes, las cuales reflejaban la luz solar desde detrás del horizonte. Los cielos nocturnos brillaban y se recibieron informes de personas que vivían en lugares tan lejanos como Asia, quienes afirmaban que podían leer el periódico afuera a la medianoche. En la localidad, cientos de renos, que constituyen el sustento de muchos ganaderos del lugar, resultaron muertos, pero no hubo evidencia directa de que alguna persona pereciera en la explosión.
Luego de transcurrido un siglo, algunos todavía debaten la causa del suceso y proponen distintos escenarios que podrían haber causado la explosión", dijo Yeomans. "Pero la teoría sobre la cual la mayoría concuerda es que en la mañana del 30 de junio de 1908, una roca espacial muy grande, de aproximadamente 37 metros (120 pies) de diámetro, penetró la atmósfera de Siberia y luego detonó en el cielo".

Se estima que el asteroide hizo su entrada a la atmósfera de la Tierra viajando a una velocidad de aproximadamente 53.900 kilómetros (33.500 millas) por hora. Durante su rápida caída, la roca espacial de casi 110.000 toneladas (220 millones de libras) calentó el aire a su alrededor hasta alcanzar una temperatura de 24.700 grados Celcius (44.500 grados en la escala Fahrenheit). A las 7:17 a.m. (hora local de Siberia), a una altitud cercana a los 8.500 metros (28.000 pies), la combinación de presión y calor provocó que el asteroide se fragmentara y se destruyera, produciendo de este modo una bola de fuego y liberando energía equivalente a alrededor de 185 bombas de Hiroshima.

"Es por eso que no hay un cráter de impacto", dijo Yeomans. "La mayor parte del asteroide se consume en la explosión".

Yeomans y sus colegas, en la Oficina de Objetos Cercanos a la Tierra, del Laboratorio de Propulsión a Chorro, tienen la tarea de trazar las órbitas de los cometas y asteroides que cruzan la trayectoria de la Tierra en el presente y que podrían resultar perjudiciales para nuestro planeta. Yeomans estima que, en promedio, un asteroide del tamaño del de Tunguska penetrará la atmósfera de la Tierra una vez cada 300 años.

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