Los apagafarolas
Estimados amigos Enrique y Javier:
Me encantaría que le echaran unos minutos a este correo que os mando donde pretendo dar una respuesta al artículo (El enigma de los hombres eléctricos) aparecido en la revista (Año Cero nº01-198) y relacionado con el efecto SLI o personas llamadas “coloquialmente” apaga-farolas.
Me gustaría encauzar desde la perspectiva (denominada dentro del propio artículo) “escéptica” algo que la mayoría de la gente desconoce y que en este artículo ni tan siquiera se comenta, tal vez, por recorte del artículo como suele suceder muchas veces, ya que el espacio escrito en las revistas está demasiado limitado o también podía ser por el desconocimiento de los principios básicos de los propio autores sobre la electricidad aplicada a la iluminación o luminotecnia.
Hablando de las farolas podíamos denominarlas técnicamente como manantiales o emisores de luz artificial que nos permite la visión en condiciones determinadas. Estos aparatos a su vez se dividen en componentes tanto eléctricos como electrónicos montados y formando circuitos desde los más básicos a los más complejos que determinan su regular funcionamiento. Hasta aquí estaríamos todos de acuerdo, pero cuando se pretende dar una explicación técnica al problema del apagado “anormal” de la propia fuente de luz, aparece la palabra escéptico.
Estas fuentes o manantiales luminosos están previstos para la transformación de una energía invisible (la electricidad) hasta una energía luminosa (la luz) que a su vez desperdicia una cantidad muy considerable de energía térmica (calor).
Esta última energía también invisible en condiciones normales son las que todos los técnicos, ingenieros y estudiosos han pretendido eliminar para que los consumos energéticos y económicos disminuyan favorablemente.
Empezando por la fuente luminosa más básica obtenida de la electricidad podíamos decir que la lámpara o bombilla de filamento de tungsteno incandescente es la que más tiempo nos ha acompañado y la que más energía desperdicia. Por este motivo se han inventado otras fuentes de luz como pueden ser las luminiscentes (fluorescentes, fluoratos y fosforescentes, fósforo), estas producen su luz por excitación iónica de los gases enrarecidos pero para obtener resultados requieren de picos elevados de descargas eléctricas controladas para activarse. Este medio complica un poco más la circuitería apropiada para hacerles funcionar por lo que hay que acoplar reactancias y cebadores capacitivos para excitar y obtener un movimiento de iones y electrones que hagan reaccionar dichos gases. Estos circuitos de acoplamiento entre la energía y la fuente de luz se denominan “circuitos resonantes” y producen cuantiosas interferencias fácilmente detectables con un simple receptor de radio (si acercamos un aparato de radio a un fluorescente escucharemos un zumbido típico (llegan a producir dolor de cabeza)).
Más modernas y que todos conocemos en nuestras calles por su color son las lámparas de descarga gaseosa de vapores de sodio anaranjadas, mercurio azuladas, etc.
Este concepto de lámparas para la iluminación urbana por sus características técnicas, circuiteria, dispositivos de alimentación, protecciones de seguridad (aunque diferentes a las fluorescentes) son parecidas, en el principio de arranque requieren “impulsos eléctricos de alta tensión”, para su protección sofisticados sistemas de controles térmicos ya que los componentes gaseosos internos de alta presión alcanzan temperaturas elevadas llegando en condiciones normales a alcanzar hasta los 500º por esta condición en su funcionamiento requiere de capsulas de cristal con tratamientos especiales para evitar roturas y posibles explosiones en condiciones de deterioro o averías.
Los apagados cíclicos a que nos tienen acostumbrados estos emisores de luz, normalmente pasan desapercibidos porque la red de iluminación urbana está adecuada y estudiada para que el apagado de una farola sea compensada con la anterior y posterior y de esa forma evitar grandes zonas de penumbra.
El paso del tiempo y una mala gestión de mantenimiento producen mal funcionamiento tanto en los casquillos de los portalámparas como en la circuitería electrónica que los mantiene en funcionamiento, las elevadas temperaturas ocasionan malos contactos y arcos eléctricos externos que sobrecalientan tanto la instalación como la propia lámpara llegando a aumentar peligrosamente el riesgo de incendio, explosión o avería, para evitar este problema existen en esos circuitos unos componentes llamados relés térmicos consistentes en mantenerse funcionando en un margen de seguridad o de tolerancia térmica, este componente es auto-rearmable (desconecta en ciclos de tiempo cuando supera las temperaturas estipuladas como peligrosas por el fabricante y se vuelve a conectar automáticamente en cuanto reduce la temperatura dentro del margen establecido).
Ese sistema de corte de seguridad que normalmente llevan estos aparatos de iluminación son los que ocasionan en determinados momentos de fallos, averías y agotamiento que se apaguen y enciendan ocasionando un trauma a la gente que cree tener el poder de apagar lámparas al pasar por debajo de ellas, simplemente son situaciones coincidentes y la simple regla de tres tan simple como puede ser que en una calle todas las farolas con su correspondiente equitación se instalan al mismo tiempo eso nos lleva a la conclusión de que el agotamiento general del producto puede dar fallos lineales en el alumbrado público en cualquier calle de cualquier ciudad de cualquier parte del mundo.
Tanto a Carlos como a Olga les diría que no son concluyentes las pruebas que han pretendido hacer para llevar a cabo este artículo ni tan siquiera los resultados que dicen tener la gente y el estado de ánimo pueden provocar tales efectos en la electricidad de un domicilio o de una calle y bajo mi punto de vista técnico analista de laboratorio en electricidad y electrónica les diría que posiblemente la influencia electromagnética de cualquier aparato electrodoméstico le produciría a ellos muchos más desarreglos que ellos a los aparatos.
Las pruebas pilotos que han llevado a cabo en el hospital Servet de Zaragoza simplemente viendo el instrumental que han utilizado les puedo asegurar que es imposible obtener resultados satisfactorios ya que los dos polímetros o comprobadores utilizados son de mínima calidad y tienen unos niveles de tolerancia eléctrica que dejan mucho que desear, un simple osciloscopio hubiera determinado con muchísima más precisión cualquiera de las pruebas que dicen haber realizado y de las que en ningún momento han dado los resultados obtenidos.
El sudor de las manos, un tratamiento médico a base de hierro, un desequilibrio menstrual, fiebre o cualquier síntoma corporal un poco anormal puede ocasionar todo lo que quieran en la detección de cambios de la resistividad corporal, pero indetectable en un polímetro.
El circuito eléctrico utilizado es deficiente hasta en su construcción y las mediciones establecidas en la forma que colocan el instrumental jamás les podrá dar una conclusión tanto aceptable como inaceptable, hay detectores electrónicos en el mercado mucho más eficientes que una simple pila dos cables, una lámpara y un polímetro.
Saludos cordiales y les pido disculpas por el tiempo que han perdido leyendo esta dos hojas en las que intento explicar un punto técnico que nunca se tiene en cuenta a la hora de valorar un trabajo, el desconocimiento de los “investigadores” que hablan o pretenden hacer ver a los lectores este artículo.
Rafael Cabello Herrero.
1 Comments:
Hola, yo soy un apagafarolas y no estoy de acuerdo en algunas cosas que dices, otras sí. Mi caso es que paso al lado de algunas farolas (son solo algunas que tengo controladas) y se apagan. Esto puede ser coincidencia. En algunas de éstas me alejo y al cabo de unos pocos metros se vuelven a encender. Si retrocedo y me acerco a ella de nuevo se vuelve a apagar. Esto no se debe a la casualidad, lo tengo clarísimo.
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