Una vision diferente
Lucifer, el portador de la Luz. Normalmente, se suele confundir a esta deidad antigua como el tiempo, la más remota, con el mito de Satanás, la entidad angélica maléfica, señor de todo mal. Pero Lucifer es otra cosa, no tiene nada en común con el satanismo y mucho menos con el Mal.
Lucifer es, entre otras representaciones, un arcángel que por amor a los humanos, se enfrentó con el propio Creador ante la negativa de éste a concederles la principal facultad con la que les creó: la Sabiduría, el libre discernimiento. Después de la derrota contra las tropas que defendían el sometimiento de los humanos, y ante la imposibilidad de destruir a una entidad angélica que luchaba por amor, quien además llevaba la razón, el Creador le exilió al planeta que tan ardorosamente defendía, haciéndole dueño y protector de él: la Tierra. Lucifer, que provenía del majestuoso y enigmático Sirio quedaría en la Tierra hasta el fin de los tiempos.
Lucifer ha sido constantemente relacionado con el Mal. Craso error. Luciferismo significa Humanidad. Todo cuanto concierne a la humanidad en este planeta (plano físico) está relacionado y protegido por el Portador de la Luz.
A Lucifer, por lo tanto, le corresponden las facultades humanas, los sentidos, la sensibilidad e incluso la psique y los sueños. Luciferismo es todo cuanto nos concierne como cuerpo físico en este plano, así como la relación con otros planos de existencia: mental, astral y causal (por sólo nombrar los más cercanos) Luciferismo serían las cuatro dimensiones que el Human puede alcanzar.
No por casualidad las Iglesias cristianas han perseguido con saña el Luciferismo. No ha sido porque la Luz sea maléfica y esté en contra de las creencias cristianas, sino por todo lo contrario, porque la propia esencia cristiana es luciferina; es decir, el cristianismo, como representación humana en el planeta esta dentro de la esfera luciferina y ha de seguirla.
Es más, Luciferismo es lo mismo que cristianismo, si tomamos este término como el mensaje y enseñanza que dejará hace dos mil años el Maestro galileo Jesús. En realidad, Jesús el Cristo sería una representación de Lucifer, o lo que es lo mismo, la traslación (encarnación) de la energía creadora en la tierra a través del plano físico (Lucifer) El mito de Jesucristo es similar al mito luciferino. Claro está, nos referimos al auténtico mito, al auténtico mensaje que el maestro Jesús transmitió a sus escogidos: el Secreto Mesiánico. La entidad del Cristo es luciferina. Su mensaje, enseñanza y secreto es luciferino, es el mismo mensaje codificado que Lucifer se trajo de Sirio a la Tierra, el código con el cual es posible ascender de nuevo al estado de máxima energía con el que fue creado el Human y que por motivos oscuros nos fue excomulgado.
El Humano fue creado a imagen y semejanza de la Energía Suprema (Dios para los creyentes, también para los luciferinos) tenía la misma facultad y el mismo lenguaje, el lenguaje de la Creación, el Verbo divino que eones después enseñara Jesús. El Human era divino y lo sigue siendo, en su interior está la chispa divina, la Kundalini, y en su cuerpo físico se encuentra codificado el lenguaje de la Creación, el código que nos permite la comunicación con el Creador; de nuevo. Esta es la enseñanza de Jesús, esta es la enseñanza de Lucifer y esta es la única vía posible para ascender al Padre; tal y como decía el mismo Jesús: "sólo a través de mí se puede llegar a mi Padre". Sólo a través del código cristico/luciferino se puede alcanzar a Dios.
Por esto mismo grandes Iglesias o confesione son son enemigas de Lucifer. No porque este sea la maldad, sino porque es la Energía -Luz-, es el único puente entre el humano y Dios. Y esto lo dejó bien claro Jesucristo a sus más íntimos seguidores, los trece (aquí incluimos a su esposa, María -la de Magdala-) ese es el Secreto Mesiánico: el código para acceder al Padre. La Iglesia católica se considera la única vía de acceso a Jesús, y tienen parte de razón, pero esto sólo sería posible siendo luciferina, y no renegando de su origen y de su limitación física en este plano existencial.
Pero aunque la Iglesia católica, la heredera de los primeros seguidores del Maestro de Galilea, ha tenido y tiene a buen recaudo este Secreto, transmitido de boca en boca por cada Papa, a través de un enigmático y oculto correo, el Secreto se ha mantenido, también, por los auténticos seguidores de Lucifer; porque el mensaje es el mismo.
Por eso los luciferinos son los grandes enemigos a derrotar. Por eso, el se tiene como principal misión bélica acabar con todo lo que suponga luciferismo y que ellos lo representan como lo Femenino. Por eso, el primer apóstol, el auténtico Pentecostés, María la de Magdala (María Magdalena) esposa amantísima de Jesús y primera portadora del secreto, desapareció de la escena, y posteriormente de la historia, hasta relegarla al grado de prostituta reinsertada, hasta ahogar el Secreto y el poder luciferino/crístico en la imagen abstracta de la Virgen.
La Iglesia portadora del Secreto lo mal utilizó. Transformo la herencia del Cristo y creó, fue Saulo, otra herencia, otro mensaje; creó otra codificación donde la verdad no tenía sitio y donde la mentira y el engaño tomaron la corona. El varón se hizo con el poder subyugando a la hembra y despojándola de toda fuerza y presencia, con lo que se acabó de facto con la dualidad masculino-femenino; el equilibrio cósmico. Jesús dejó a "su iglesia" (nunca fundó una iglesia sino que estableció una nueva Alianza de Dios con su pueblo) poniendo al frente como máxima sacerdotisa vicaria (sólo él, Jesús, es el único sacerdote) a su esposa. Ella, junto con otra extraordinaria mujer, su suegra, la madre del Maestro, fue el Pentecostés cristiano. Ellas fueron la energía que se insufló en los corazones ateridos por el miedo y el dolor de los hermanos y amigos del Maestro.
Por eso los primeros discípulos de Jesús fueron luciferinos: conocían el Secreto, hablaban el lenguaje y seguían a la sacerdotisa. Y por eso mismo, Saulo primero y los primeros Papas después, acabaron con la herencia real del Maestro y relegaron a la mujer al lugar que tiene ahora: el sometimiento absoluto al varón y la marginación y exclusión de las decisiones en la Iglesia y en la sociedad. Lo mismo que sucede en las otras cuatro principales confesiones religiosas.
Luciferismo como Cristianismo es libertad. Luciferismo como Cristianismo es energía creadora y es la comunicación única con el Creador. Jesús no vino a fundar ninguna iglesia. Él mismo era la Iglesia auténtica porque él era el Verbo encarnado para mostrarnos un camino. Jesús se hizo hombre y no por casualidad judío. Creció y aprendió de las escrituras hasta hacerse un fariseo erudito y profundo conocedor de lo que suponía la Alianza de Moisés con el Creador. Fue un sabio rebelde porque la auténtica alianza con Dios no era respetada por el pueblo judío, y menos por su jerarquía, el Sanedrín, controlado, en su época, por los saduceos de Caifas-Anas.
Jesús vino para establecer una nueva alianza con el Creador. Para devolvernos el mensaje y ofrecernos, de nuevo, el código, el lenguaje, el Secreto para poder comunicar y comulgar con Dios.
Pero hizo algo más. Jesús podía haberse encarnado ya hombre, adulto, y haber dejado su mensaje y después marchar. Pero lo hizo de forma natural, naciendo de mujer, de manera que respetó el reino de Lucifer y sus ordenanzas. Nació, creció, estudió, sufrió, amó... Aprendió del otro pueblo portador del Secreto, Egipto, donde se convirtió en un mago de extraordinaria sabiduría. Y ya con el mensaje a punto de ser transmitido, eligió a diversos sujetos, hombres y mujeres, judíos y gentiles para que le acompañaran. Y transmitió el Secreto, una vez más, y dio culto a Lucifer, respetando su reino y muriendo en él. Esta es la máxima subordinación del Jesús hombre a Lucifer: nacer y morir en su potestad.
Jesús marchó pero dejó el Secreto. Callaron a los portadores, pero el Secreto continuó. El Secreto tomó varios derroteros. Marchó con María Magdalena al exilio donde el culto a la Diosa se ha mantenido. Se escondió en el Templo, lo hizo el sabio José conocido por el de Arimatea, fariseo respetado que tuvo la doble misión de enterrar al Maestro y esconder, en esos momentos de tribulación, el Secreto en los sótanos más ocultos del Templo. Secreto que, cientos de años después encontraran los nuevos Elegidos, los nueve caballeros Templarios, seguidores del culto a la Diosa y a Jesús, aquellos que portaron el secreto y aún lo guardan.
Lucifer está aquí, siempre lo ha estado, antes de que se creara a la raza humana y estará después de que el último hombre/mujer desaparezca. Su Secreto también está entre nosotros, de distintas formas, en distintas interpretaciones, pero real.
Hoy el Secreto está más vivo que nunca, encarnado, sin que lo sepan, en los muchos seguidores de Lucifer, así como en los ocultos sótanos de algunos jerarcas religiosos. El Secreto es uno, como Lucifer, y está ahí para mostrarnos el camino, para mostrarnos la Luz.
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